29 sept 2016

CON MI DEBIDO RESPETO… ISA SOLA

Desde su misión en Nicaragua, Julio Falagán, misionero de nuestra diócesis, rinde homenaje a Isa Solá, misionera asesinada no hace muchos días en Haití.

Para ti, Isa Solá, gigante en esto de la misión. Otra vez se me movieron las fichas, otra vez se me cayó el chiringuito, otra vez aparecieron en mi los mismos sentimientos, sufrimientos y preguntas, la última había sido la muerte del berciano  Manolo, el médico, hermano y profeta del ébola. Otra vez la muerte y la impotencia. Otra vez me toca  recomponer semejante puzzle, con más fichas y menos fuerzas.
Isa Solá es el ejemplo vivo de una  creyente, viviendo la opción por los empobrecidos, siguió al pie de la letra la llamada del Señor y aceptó “Salir de su tierra”, reencontrarse con su nueva tierra en Haití, con sus gentes, con sus pobres y su alegría. Isa ha sido víctima de la violencia. Su muerte me ha llevado a llorar por una persona que no conocía. Su muerte invadió mi mente y mi corazón con una frase horrible, pero cierta: En muchos momentos, los pobres se convierten en los mayores enemigos de los pobres”.
Qué pena, qué lástima, una vida entregada, perdida para el bien común por el maldito interés de un poco de dinero, de unos ladrones ambiciosos de rapiña y de placer inmediato.
En los listados de los empobrecidos citamos siempre a los emigrantes, los refugiados, los niños-as, abusados, las personas trans, los ancianos y los condenados por la sociedad capitalista, con todos mis respetos a su sufrimiento violento e impuesto, los mayores pobres de esta sociedad somos las personas egoístas, nadie es tan pobre como un egoísta. Nadie es tan pobre como aquel que tiene la mirada individual e inmediata de reducir todo al maldito dinero, lo material, lo tangible, la ignorancia convertida en ambición personal.
Se me cayó el chiringuito… porque volvió a cubrirse de tinieblas la tierra en otro viernes santo, en otro tránsito doloroso y violento, que sólo Dios puede entender. Otra vez a experimentar un mundo sin Dios, una sociedad vaciada de esperanza, una sociedad transitada por el egoísmo de pobres ladrones y ricos abusadores. Otra vez a esperar las luces mañaneras de la humanidad nueva, las palabras consoladoras de la Pascua, otra vez a proclamar el pregón pascual… "feliz la culpa que mereció tal Redentor", otra vez a salir de la tierra de la solidaria caridad, y entrar a la tierra del abandono… otra vez a experimentar el abandono de Dios, otra vez a experimentar su amor en la intemperie… otra vez, otra vez, otra vez…
Julio Falagán



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