Desde los primeros tiempos, el sostenimiento mutuo entre las
Iglesias locales, comprometidas en anunciar y testimoniar el Evangelio, ha sido
un signo de la Iglesia universal. De hecho, la misión, animada por el Espíritu
del Señor Resucitado, amplía los espacios de la fe y de la caridad hasta los
extremos confines de la tierra.
En el siglo XIX, el anuncio de Cristo recibió un nuevo
impulso con la fundación de las Obras Misionales, con el propósito específico
de orar y actuar de modo concreto para sostener la evangelización en los nuevos
territorios. Estas Obras fueron reconocidas como Pontificias por el Papa Pío
XI, quien, de esta forma, quería subrayar cómo la misión de la Iglesia hacia
todos los pueblos está muy en el corazón del Sucesor de Pedro. ¡Y así sigue
siendo! Las Obras Misionales Pontificias continúan hoy en día este importante
servicio que comenzó hace casi 200 años. Están presentes en 120 países con
directores nacionales, coordinados por secretarías internacionales de la Santa
Sede.