Por fin las misioneras españolas Mª Jesús de la diócesis de Gudalajara
y Antonia Estrada y María Mayo de la diócesis de Astorga están a salvo en la foto se las ve en el hotel de Cracovia haciendo tiempo
para ir a tomar el avión que las llevará a Madrid). Nuestra gratitud a Mariano por este artículo hermoso en su cruda realidad.
Cuando era niña, dijo que quería ser monja. A los 22 años lo fue. Luego dijo que quería ser misionera y lo ha sido hasta hoy, que tiene 81 años bien cumplidos. Y ahí sigue, entregada en cuerpo
y alma a los demás. Nunca ha tenido dudas del camino que quería recorrer en la vida, aunque la hayan perseguido las guerras.
Finalmente, Antonia Estrada, misionera de vocación, ha salido indemne de Kiev, donde hace 25 años fundó “La casa de los niños” una misión de la que ha sido evacuada con sus dos compañeras,
María Jesús Cerro y María Mayo, por causa de una estúpida guerra. ¿Habrá algo más estúpido y cruel que una guerra? ¿Habrá algo más cerril, más inhumano?
Allí queda, completamente vacío, un colegio que ha sido levantado con el trabajo de 25 años y que ahora está expuesto a que lo derribe un misil o una bomba en unos pocos segundos. Fíjense en los términos de esa comparación: 25 años contra unos pocos segundos. Tanto es el poder que se le otorga a un solo individuo sin que nadie se ocupe de indagar si está cuerdo o loco. Y muy cuerdo no puede estar cuando carga voluntariamente sobre su conciencia el peso de los heridos, de los arruinados, de los huérfanos y de los muertos. El peso de matar a sabiendas a tantos y tantos inocentes.
Pues bien, a Antonia Estrada es la segunda vez que le pasa. En el año 1994, los Hutus, hegemónicos en
Ruanda, pretendieron exterminar a la población Tutsi, declarándose una guerra genocida que acabó con
la muerte de más de medio millón de personas y la violación de más de doscientas cincuenta mil mujeres.