28 feb 2022

Antonia Estrada, entregada a las misiones y perseguida por las guerras

Por fin las misioneras españolas Mª Jesús de la diócesis de Gudalajara
y Antonia Estrada y María Mayo de la diócesis de Astorga están a salvo en la foto se las ve en el hotel de Cracovia haciendo tiempo 
para ir a  tomar el avión que las llevará a Madrid). Nuestra gratitud a Mariano por este artículo hermoso en su cruda realidad.
Cuando era niña, dijo que quería ser monja. A los 22 años lo fue.  Luego dijo que quería ser misionera y lo ha sido hasta hoy, que  tiene 81 años bien cumplidos. Y ahí sigue, entregada en cuerpo 
y alma a los demás. Nunca ha tenido dudas del camino que quería recorrer en la vida, aunque la hayan perseguido las guerras.
Finalmente, Antonia Estrada, misionera de vocación, ha salido indemne de Kiev, donde hace 25 años fundó “La casa de los niños” una misión de la que ha sido evacuada con sus dos compañeras, 
María Jesús Cerro y María Mayo, por causa de una estúpida  guerra. ¿Habrá algo más estúpido y cruel que una guerra? ¿Habrá algo más cerril, más inhumano? 
Allí queda, completamente vacío, un colegio que ha sido levantado con el trabajo de 25 años y que ahora está expuesto a que lo derribe un misil o una bomba en unos pocos segundos. Fíjense en los términos de  esa comparación: 25 años contra unos pocos segundos. Tanto es el poder que se le otorga a un solo  individuo sin que nadie se ocupe de indagar si está cuerdo o loco. Y muy cuerdo no puede estar cuando  carga voluntariamente sobre su conciencia el peso de los heridos, de los arruinados, de los huérfanos y de los muertos. El peso de matar a sabiendas a tantos y tantos inocentes.
Pues bien, a Antonia Estrada es la segunda vez que le pasa. En el año 1994, los Hutus, hegemónicos en 
Ruanda, pretendieron exterminar a la población Tutsi, declarándose una guerra genocida que acabó con
la muerte de más de medio millón de personas y la violación de más de doscientas cincuenta mil mujeres.
La misión que había fundado Antonia durante otros 25 años ni siquiera estaba en Ruanda, sino en El 
Zaire. Pero la guerra pasó por allí y lo arrasó todo: las escuelas, el hospital, las instalaciones, los edificios
las viviendas, el esfuerzo, la ilusión, la esperanza y una forma de vida. Las personas que se ocupaban de
la misión fueron evacuadas por los pelos. Pelayo, el Geo que las ha ayudado ahora, las ayudó también en aquella ocasión. Antonia no se encontraba allí en aquel momento porque había venido a pasar unos días en España. Sé que sufrió lo indecible por el terrorífico suceso. Pero también sufrió mucho por no poder vivir el mal trance con sus compañeros, que afortunadamente resultaron ilesos.
Mientras escribo estas líneas, las tres misioneras están a punto de coger un avión en Cracovia que las 
llevará finalmente a Madrid, donde acabará una odisea de cuatro días inciertos y vertiginosos que aún no ha sido contada.
Ave, Antonia, María Jesús, María. ¿Qué os puedo decir? Os queremos. Sois admirables.
Mariano Estrada y familia

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