4 jun 2020

DESDE CUBA CON EL P. MANUEL UÑA

ES LA HORA DE FOMENTAR LA CULTURA DEL ENCUENTRO

1.-¿Qué opinión le merece al hecho de que se estén transmitiendo las misas por primera vez?
Siempre existe una primera vez, y el hecho que menciona merece nuestro aprecio positivo. Estamos ante una situación única, que exige y espera decisiones también inéditas, para poder estar al servicio unos de los otros.
Recuerdo al Cardenal Amigo quien expresaba que la comunicación no es otra cosa que “meterse en la piel de la gente y ayudarles a ser mejores, más limpios en sus pensamientos, más comunicativos, más sensatos, más felices”. Es la felicidad que vi en el pueblo cubano cuando en 1998 fueron transmitidas las Misas presididas por el Papa Juan Pablo II y su itinerario por La Habana, Santa Clara, Santiago y el Santuario de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre, luego, en el año 2012 durante la visita apostólica de SS Benedicto XVI y en el 2015, con SS el Papa Francisco, ¡cuánta alegría en el rostro de cada cubano en aquellos momentos! Cuando la Iglesia está presente en los medios de comunicación refleja ese camino hacia el progreso y la salvación humana de la que nos habló Pablo VI en el decreto conciliar Inter Mirifica.
Comunicar para la Iglesia no es una opción. Es una misión. Y ante la pandemia que nos sacude nuestros Pastores, sacerdotes, religiosos y fieles laicos han tomado muy en serio esta responsabilidad, siendo acogida y respetada por las autoridades del país. Simplemente, llegó la hora, nuestra hora para fomentar entre todos la cultura del encuentro, una sociedad de todos y para el bien de todos.
2.-¿Cree que la pandemia dejará lecciones al mundo?

Prefiero considerar la pandemia como “un evento formativo”, como la calificara recientemente David Grossman en el diario israelí Haaretz. Es un tiempo donde palpamos la crudeza de la cruz, y el dolor siempre es aleccionador porque nos hace más humanos, más conscientes de nuestra propia fragilidad. “Todos iguales, todos necesitados”, quizás no es la imagen adecuada ver al coronavirus como un maestro desde su cátedra dándonos lecciones, lo imagino más como un “tamiz” que ha zarandeado de aquí para allá las bases sobre las que se asienta la sociedad, la economía, la política y cada persona. Por eso todos nos sentimos con el desconcierto a “flor de piel”, confinados y perdidos muchas veces ante las preguntas hondas que emergen de las cuatro paredes de nuestras casas, de nuestras familias.
El después no sabemos qué nos traerá, pero ciertamente en el ahora emerge como nunca la capacidad del ser humano de dar la vida por otro, de cuidarnos mutuamente. Cuánto valor tiene hoy una llamada telefónica, una compra de alimentos que te llega a la puerta, un medicamento compartido, el regalo del tiempo que se ofrece sin prisas porque en casa no andamos apurados. Con emoción he visto noticias de sacerdotes que ofrecen su vida a cambio de otras, capaces de irradiar paz en medio del dolor y tocar corazones que se dicen ateos, de tantos sanitarios, personal de servicio y de transporte, médicos y personal de enfermería que parten hacia otros países para aportar un granito de arena a esta crisis que ya es de todos. Lo anónimo ha recobrado rostro y nuestra fe sale fortalecida, una vez más nos damos cuenta que es el amor el que salva.
3.-¿Éste las sabrá aprovechar?
No puedo predecir el futuro...tampoco quisiera percibir al mundo como un ente abstracto...Pero estoy seguro de que al final de este “invierno” muchas personas terminarán siendo mejores, le habrán dedicado más tiempo a sus familias, se habrán cuestionado sobre el sentido de la vida y las bases sobre las que asientan su identidad. Se habrán preguntado hasta qué punto su fe toca la vida y la hace más humana, más arriesgada, más valiente.
Ojalá la inseguridad común a la que todos estamos abocados, más que a desesperarnos nos anime a intuir horizontes, a formular acciones concretas que posibiliten un futuro mejor. Pero nada de eso se improvisa, no hay que esperar “a que pase”, comencemos ahora y decidamos con la generosidad del corazón común que nos une a todos a ser “cómplices de la esperanza”. Esa esperanza que emerge en los gestos sencillos y anónimos, conscientes de que “quien salva un alma, una persona, salva el universo entero”.
4.-¿Lo que está ocurriendo con el Covid-19 le hace evocar algún otro momento similar vivido por la humanidad?
Desde la plaga de Atenas en el año 430 a. C, hasta el Covid-19 en el siglo XXI, más de 20 pandemias han puesto en riesgo la supervivencia humana. Cuatro de las más mortíferas han sido la peste negra, la viruela, la gripe española y el VIH/sida.
El más reciente ha sido el SIDA, en 1981, y como en otros momentos nos podemos dar cuenta que el mundo se encarga de agrietarnos, de llenarnos de fisuras, y es allí donde reside para nosotros un crisol de posibilidades; la cicatriz se convierte en una ocasión para enfrentarnos a los inevitables reveses de la vida con más vigor. Mientras llega la “vacuna” no nos hagamos inmunes al dolor de nuestro mundo, escrutemos los signos que esconde la realidad y seamos pos
itivos, “científicamente positivos”, no ilusos pero sí atrevidos para convertirnos en agentes de la resurrección, de aquellos que saben correr a prisa, diferenciar entre “muerte y vida” y comunicar la gracia de una alegría que no pasa. No pasa porque nace de la experiencia del habernos quedado en casa, en nuestra propia casa y en la casa común con la que partir de ahora todos nos sentiremos comprometidos. El Creador no nos abandona, no lo abandonemos nosotros, sintamos que nuestra vocación humana nos invita a optar por una ecología integral que haga de nuestro planeta el hogar de todos.


Marina Menéndez, periodista (Publicada en PorEsto!)
Link: https://www.poresto.net/2020/04/12/llego-la-hora-de-fomentar-la-cultura-del-encuentro/ 

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