19 ago 2014

“El Sacramento del Hogar”

“Hogar” es el nombre que recibe en la cultura del Pirineo y en otras partes de Aragón, el fuego en torno al cual la familia se calienta del gélido frío que recorre la montaña y donde se transmiten de una manera oral: tradiciones, leyendas y anécdotas que han formado parte de la historia del pueblo.

Esta evocación apareció de nuevo en mi corazón, durante el tiempo de vida que compartí con mi familia de Zimbabwe, y en el cual volví a disfrutar, a “gozar” del calor del hogar, a sentir que el fuego es un fiel y privilegiado espectador de la vida de una familia ndebele.

Junto al fuego se comparte el “pan de la Palabra”, a través de la oración de la tarde, donde de una manera apenas perceptible y adornada por los cantos que hablan de África, de la iglesia y del Señor; va ayudando a crecer esa fe tímida de un pueblo que ha descubierto el sabor y el gusto en escuchar las narraciones sobre la vida de Jesús y de su Iglesia.

Pero, también, se comparte “el pan o isitshwala”, que diariamente alimenta los estómagos y repara las fuerzas gastadas por los duros trabajos del día. Es impresionante el silencio con el que este pueblo toma la isitshwala (únicamente roto por el llanto de un niño o la presencia de alguno de los animales que forman parte de la casa) especialmente durante la comida del atardecer. Es toda una liturgia, el coger un pedazo de esta masa de maíz, y con el calor quemando la yema de tus dedos, hacer una pequeña bola, que mezclada con alguna clase de verdura o leche de vaca –en ocasiones especiales, por algún pedazo de carne- constituye la alimentación básica de este pueblo africano.
Umlilo” (el fuego) ilumina la oscuridad de la noche dentro de la cocina, compitiendo en fuerza y vivacidad con pequeñas lámparas de parafina y con las tímidas luces de los ya omnipresentes teléfonos móviles, que cumplen la función de mantener “el contacto familiar” con todos los que, un día, tuvieron que marchar a la ciudad o a Sudáfrica, dejando atrás mujer, hijos y una vida marcada por el ritmo de las estaciones y la naturaleza.

Cerca del calor del hogar, los adultos comentan los aconteceres cotidianos entorno al ganado, los trabajos en el campo, la ausencia de dinero, los problemas en la comunidad, el reparto de tareas…; mientras algunos niños terminan alguna redacción o las cuentas que les ha puesto la profesora de mates, las mamás aprovechan para bañar a los más pequeños frotando con pequeñas piedras la piel gastada durante el día por el calor del sol y la suciedad del juego en la arena.

El fuego, el hogar… que calienta, ilumina y reúne cada día a la familia ndebele, representa recordando a Leonardo Boff, un “sacramento de la vida”, porque en torno a él, giran todas las dimensiones de la vida de esta cultura africana. Sin él, difícilmente se podría entender, cómo esta cultura –con su lengua y tradiciones- se ha ido transmitiendo de generación en generación de una manera oral, hasta hace apenas 50 años en que se empieza a escribir su historia y a traducir los textos sagrados a su propia lengua.

El fuego que siempre permanece encendido, aunque parezca apagado –imagen también de nuestra propia fe-, basta con que sus rescoldos, sus cenizas sean removidas por unas hábiles y trabajadas manos, que al instante, harán emerger el “milagro” del calor y de la vida.

Cerca del hogar se comparte y se hace vida en familia y en comunidad, lo que tantas veces hemos escuchado en tus propios labios, Señor…
«Que sepamos acoger el fuego de tu Palabra, cada día, en el corazón de nuestra vida, de nuestro hogar, de nuestra alma»
Fr. Ndiweni-Matwasa
(José Luis Lázaro Ansola)

Sacerdote diocesano de Zaragoza 
asociado al IEME, en Zimbabue.





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