12 may 2019

Kamashi, Semana Santa sobre rescoldos

Tierra de los Gumuz
Estoy rehaciendo viaje que realicé hace ahora ocho años, si bien las razones que me traen aquí no son las mismas. Entonces se trataba de una “pequeña exploración”, un viajecillo de curiosidad, frívolo y descomprometido. Llevaba trabajando 5 años entre los Gumuz del Norte del Nilo, y quería conocer, aunque solo fuera someramente, a la porción de Gumuz del sur del Nilo, que están en la provincia llamada Kamashi, cuya capital se llama también Kamashi, en el estado regional de Benishangul – Gumuz. Si el lector quisiera situarse en el mapa, deberá buscar esa región en el centro oeste de Etiopía, cerca de la frontera con Sudán.
Recuerdo la sensación de desolación que producían las casuchas de paja a lo largo de la carretera. Y pensé en lo forzado que se tiene que ver el ser humano a ganarse el pan de cada día al precio que sea como para venir a vivir a estos parajes tan inhóspitos. Recuerdo también que, a unos 5 kms antes de llegar a la ciudad, había un puesto de control donde un policía hacía por lo menos el amago de controlar a los coches y a la gente que entraban y salían. Pues bien, ahora encuentro que el puesto de control ha desaparecido y las casas que había junto a la carretera o están quemadas o, al menos, abandonadas. Algo raro ha tenido que haber sucedido.
Y lo que sucedió es justamente la motivación de este mi segundo viaje. Fue en enero de este año cuando oí que el obispo de Nekemt buscaba algún sacerdote para Kamashi. El que había tuvo que salir porque era un oromo, como oromo son todos los sacerdotes de su diócesis, por lo que no tenía nadie a quien mandar. En consecuencia, los católicos de Kamashi llevaban ya 7 meses sin sacerdote. Yo pensé que podía al menos ir a pasar con ellos las Semana Santa, ya que mi trabajo con los estudiantes se interrumpían en ese período.
El interrogante era si habría suficiente seguridad como para que el obispo, último responsable, se arriesgase a dar el visto bueno a mi ida. Creí que todo iba a quedar suspendido cuando, pocos días antes, cinco personas que viajaban en un coche, tres de ellos extranjeros, fueron asesinados muy cerca del desvío hacia Kamashi, supuestamente por el FLO (Frente de Liberación Oromo). Pero se juzgó que se trataba de trabajadores de una empresa que ya habían amenazados. Eran, pues, muertes selectivas, y yo no tenía por qué estar preseleccionado por los FLOs. Así fue cómo vine a Kamashi y cómo me he podido quedar unos diez días viviendo sobre los rescoldos, aparentemente casi apagados, de un conflicto que explotó en septiembre de 2018, contribuyendo a aumentar la ya pavorosa cifra de muertos y desplazados en Etiopía a causa de los conflictos tribales.
El conflicto
Los conflictos entre los Oromo y los Gumuz vienen de lejos. Son dos etnias que se pueden distinguir la una de la otra por el color de la piel casi con la misma facilidad con que se distingue un africano de un europeo. Los Gumuz son nilóticos, de tez muy negra; los Oromo son hamitas (o cusitas), más bien altos y delgados, de tez más clara. Los dos estados autonómicos, Oromya y Benishangul – Gumuz tienen fronteras comunes; Oromya al sur de Benishangul - Gumuz. En Etiopía, el ser muy negro, equivale a hacerse acreedor de ser llamado esclavo. Y eso los Gumuz lo llevan muy mal. El sentirse despreciados les ha hecho resentidos, con frecuencia violentos.
Los Oromo vienen repitiendo desde hace tiempo a los Gumuz que ellos son sudaneses, que se vayan, pues, a Sudán; que la tierra que habitan pertenece a Oromya. Hace unos meses, los Oromo residentes en Kamashe, que son al menos el 35 por ciento de toda la población, pretendieron que en las escuelas de la provincia no se enseñase el amárico como lengua nacional, sino el oromo. Ante la negativa de los Gumuz, los insultos y vejaciones, cuando los Gumuz subían a la región de Oromya, se multiplicaron. Y se da el caso de que, los Gumuz de Kamashe que quieran ir a Assosa, la capital de su región, tienen necesariamente que pasar por la región de Oromya. Y allí los policías oromo los hacían bajar del autobús, les abrían sus maletas, esparcían sus pertenencias por el suelo, los maltrataban físicamente…
Ante esta situación, un grupo de Gumuz, en dos coches, subió hasta Oromya para dialogar con las autoridades de la zona. Parecían haber llegado a un cierto acuerdo y estaban volviendo a casa cuando fueron bloqueados por elementos armados. Los mandaron bajar y, allí mismo, les dispararon. Eran cuatro en total. Los del segundo coche, vista la situación, lograron saltar a tiempo del coche y huir hacia el bosque.
Nadie se sabía nada todavía en Kamashi. Nadie excepto los Oromo. Alguien les había telefoneado, alertándolos del peligro ante la previsible reacción de los Gumuz. Unos huyeron; otros se encerraron en sus casas. Lo que sucedió a continuación, depende de qué parte lo cuenta. Según fuentes gumuz, no hubo la masacre que se dijo haber tenido lugar. Según fuentes oromo, en cambio, los muertos superaron largamente el centenar. El ejército federal intervino para escoltar a los Oromo que no habían podido salir de Kamashe en el primer momento y que querían hacerlo. Otros se han quedado, sobre todos los empleados del gobierno. Los que se fueron, sin embargo, son varios miles y ya difícilmente volverán. Como contrapartida, ningún Gumuz se siente seguro de subir hacia Oromya. Esa es la razón por la que ha desaparecido el control policial a la entrada de Kamahi. Nadie viaja ni hacia arriba ni hacia abajo. Para llegar a la capital Assosa, los Gumuz de Kamashi han habilitado, con sus picos y azadas, una carretera por el interior. Los coches llegan al río Dabos, donde una barca les lleva a la otra orilla. Y, de allí, otros coches les transportan a Assosa.
Telón de fondo
Hace exactamente un año, abril de 2018, Etiopía ha vivido el estallido de una primavera política tras años bajo la férrea mano de los ex-guerrilleros del Tigray. Se liberaron los presos políticos, se dejó de encarcelar a los periodistas, se hizo la paz con Eritrea, volvieron a la patria los disidentes políticos que vivían exilados… Y, sin embargo, nunca se habían conocido tantos conflictos locales, hasta el punto de que, en un año, se crearon más de dos millones de desplazados. ¿Qué sucedió? La respuesta está en la dinámica misma de la primavera apenas despuntada. Alzada la mano dura, han venido a flote todas las tensiones locales, todos los conflictos no resueltos. Ahora el gran desafío es hacer gobernable la nación sin caer de nuevo en la represión, y el nuevo gobierno no le ha encontrado todavía una solución.
Abiy es un oromo, como lo es prácticamente toda la cúpula actualmente en el gobierno central. Él se ha decantado claramente por la línea de la unidad nacional etíope frente a los nacionalismos exacerbados y apuesta por una nación que supere las diferencias tribales. Sin embargo, a pesar de Abiy, y en contra de él, el elemento más desestabilizador de la nación son en este momento los Oromo. Ellos son un tercio de la población y ocupan el centro geográfico del país. Existe ya desde viejos tiempo el FLO (Frente de Liberación Oromo), que mantuvo una lucha armada contra el DERG y que fue declarado ilegal por el gobierno anterior a Abiy. Abiy lo legalizó e invitó a su líder Dawud, que vivía en Eritrea, a volver a la nación y hacer una oposición constructiva. Dawud volvió en olor de multitudes “oromo”, y se comprometió a hacer operar dentro de la legalidad. El problema es que hay una facción, o varias facciones, del FLO que no se han integrado y que no parecen obedecer ni a consignas del gobierno ni de su propio líder. Y se cree que este FLO, con más brazos que un pulpo, el que está detrás de la mayoría de los conflictos que tiene abierta la nación.
La ciudad de Kamashi
Han pasado siete meses desde la crisis de Kamashi. No hay autobuses para venir y me han tenido que traer en un coche privado. Kamashi es una “ciudad” de unos 10 habitantes. Se asienta sobre una suave colina, en medio de montañas, a mitad de la bajada entre el altiplano y el Nilo. En lo más alto de la colina, hay una glorieta de la cual parten las carreteras radiales, todas de tierra batida. Si coges la del norte, vas hacia el Nilo, que está a unos 100 kms. Si coges la del sur, vas hacia Oromya: si coges la del oeste, te llevará hacia Assosa. En Kamashi hubo electricidad, pero no la hay. Se oye por aquí y por allá algún zumbido de generador. Hubo cierto movimiento de coches, pero no lo hay; hubo bullicio de gente que se arremolinaba por todas partes, pero no lo hay. Aunque han quedado todavía algunos Oromos, son una exigua minoría. Hay paz, pero es la paz del vacío.
Yo vivo en la casa parroquial y disfruto de un pequeño panel solar recién instalado que me permite cargar mi móvil y ordenador. Hay internet con bastante regularidad. Me arreglo como puedo para desayuno y cena con queso y algún embutido “ibérico” que un ángel custodio me trajo días antes de venir aquí. Desafiando el achicharrante sol del mediodía, salgo a comer al que me dijeron que es el mejor restaurante y que junto a la glorieta central. Así me exhibo un poco. En este momento, soy el único “ferenji” (blanco) que vive en Kamashi. El plato único es un cocido de carne de cabra (el “tebs”) con algo de caldo, que echas sobre la una especie de pan local (la “enyera”) y te lo comes con los dedos. No pidas tenedor, que es un concepto exótico.
Un pequeño grupo de católicos viene asiduamente a todos los actos de la Semana Santa, que celebramos con todos los detalles litúrgicos, como si estuviéramos en Notre Dame de París. Mañana, después de la misa de Pascua, me vendrán a buscar para devolverme a la “civilización”. A Dios gracias, las brasas del conflicto van muriendo bajo la ceniza. Poco a poco, nuevos Oromo vendrán a instalarse entre los Gumuz. Y estos se aventurarán a viajar de nuevo hacia Oromya… hasta que otra vez, Dios quiera que sea lo más tarde posible, una inesperada chispa provoque un nuevo incendio.
Juan González Núñez

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