MARÍA, GUÍA PARA LA MISIÓN
OMPRESS-ROMA
Para que
María, Estrella de la Evangelización, guíe la misión de la Iglesia de anunciar
a Cristo a todos los pueblos es la intención por la evangelización o intención
misionera que propone el Santo Padre para el mes de mayo, mes de María, guía
para la misión.
Los números
conclusivos de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Papa Francisco
tratan precisamente de María, Estrella de la Evangelización: “Hay un estilo
mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que
miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del
cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los
débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse
importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque
«derribó de su trono a los poderosos» y «despidió vacíos a los ricos» es la que
pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que
conserva cuidadosamente «todas las cosas meditándolas en su corazón». María
sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos
y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio
de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de
todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora
de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás «sin
demora». Esta dinámica de justicia y ternura, de contemplar y caminar hacia los
demás, es lo que hace de ella un modelo eclesial para la evangelización. Le
rogamos que con su oración maternal nos ayude para que la Iglesia llegue a ser
una casa para muchos, una madre para todos los pueblos, y haga posible el
nacimiento de un mundo nuevo. Es el Resucitado quien nos dice, con una potencia
que nos llena de inmensa confianza y de firmísima esperanza: «Yo hago nuevas
todas las cosas». Con María avanzamos confiados hacia esta promesa, y le
decimos:
Virgen y Madre María, tú que, movida
por el Espíritu, acogiste al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde
fe, totalmente entregada al Eterno, ayúdanos a decir nuestro «sí» ante la
urgencia, más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú, llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan el Bautista, haciéndolo exultar en el seno de su
madre.
Tú, estremecida de gozo, cantaste
las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada ante la
cruz con una fe inquebrantable y recibiste el alegre consuelo de la
resurrección, recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu para que
naciera la Iglesia evangelizadora. Consíguenos ahora un nuevo ardor de
resucitados para llevar a todos el Evangelio de la vida que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don
de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la
contemplación, madre del amor, esposa de las bodas eternas, intercede por la
Iglesia, de la cual eres el icono purísimo, para que ella nunca se encierre ni
se detenga en su pasión por instaurar el Reino. Estrella de la nueva
evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del
servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y
ninguna periferia se prive de su luz. Madre del Evangelio viviente, manantial
de alegría para los pequeños, ruega por nosotros”.
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