A lo largo de la historia ha cambiado lo que se entiende por “valentía”, llegando en algún momento a ser sinónimo de matar: el más valiente era el que más enemigos asesinaba en la guerra. Hoy día, a Dios gracias, hay otros muchos y mejores ejemplos de valentía.
Quienes nos decimos cristianos siempre tendremos que preguntarnos qué nos dice Jesús; en concreto, ¿quiénes son los valientes para Jesús?… Hay muchos estudios bíblicos sobre ello, pero no es el caso ahora. En realidad, creo que podríamos decir que el valiente, para Jesús, es aquel que lo deja todo y lo sigue: aquel que por seguir a Jesús no tiene miedo a ir contra corriente, a confiar en él más que en sí mismo, a poner la otra mejilla por el Reino, a vender lo que tienes y dárselo a los pobres para ser tú mismo y no tus posesiones… Para los cristianos, ser valientes es ponerse en las manos de Dios y decirle: “Aquí estoy, Señor, para que se haga tu voluntad”, sin hacer cálculos humanos de cuánto gano o pierdo.
En este mes de octubre, la Iglesia nos invita a “sé valiente, la misión te espera”. Se trata de la valentía de salir de uno mismo para ser capaces de encontrarse con los demás desde el evangelio, desde Jesús, sin miedo a perder lo que eres, sino más bien a enriquecerte con lo que es el otro, todo otro con el que te encuentras. No importa dónde estás, no necesitas ir lejos de tu casa; seguro que en tu familia hay alguien que necesita y espera encontrarse con el Señor por medio de ti, de tu valentía de ser cristiano. Sé misionero en tu casa, en tu trabajo, con tus amigos, allí donde estés… sencillamente sé cristiano y no tengas miedo.
A algunos, Dios nos ha invitado a ir lejos geográficamente, para vivir el evangelio. Ni más fácil ni más difícil, sencillamente diferente. Personalmente, Dios me regaló la gracia de hacerlo en la Amazonía Peruana, allí donde nace el Río Amazonas, en medio de una naturaleza exuberante, rica y pobre al mismo tiempo; esperanza ilusoria para aventureros, casa de Dios para los nativos del lugar; lugar de extracción y riqueza para las transnacionales, casa común y vida para quienes con respeto toman de ella lo imprescindible para seguir viviendo. La Amazonía, un espacio de contrastes, donde solo los nativos del lugar pueden entender y vivir una relación de respeto mutuo y de posibilidades de vida.
En medio de esta realidad intento compartir la fe y el evangelio, con la valentía de seguir creyendo que merece la pena tener esperanza de que las cosas pueden ser mejores cada día, pues de lo contrario no tendría sentido la muerte de Cristo. Pero también con la valentía de aprender de ellos y con ellos la relación con la naturaleza, con Dios y con las personas, más allá de los intereses personales o grupales, pensando en la casa común que Dios nos regaló y en el bien de la humanidad. Jesús nos ayuda a repensar juntos nuestra vida y nuestra fe para que cada día sea él quien se vaya haciendo más presente.
En este mes de octubre cumplo los 59 años que el Señor me ha regalado, 34 de ellos en la Amazonía Peruana, en el Vicariato Apostólico de Iquitos. No hubiera sido posible sin mi familia de Nistal de la Vega, sin la comunidad cristiana de la Diócesis de Astorga, sin la oración y ayuda de quienes se sienten valientes por ser cristianos en el siglo XXI. No soy yo, es la Iglesia la que me envía y la que evangeliza. Gracias al Señor y a todos Uds.
P. Miguel Fuertes Prieto, Agustino.
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