“Para seguir a Jesús debemos despojarnos de la cultura del bienestar y de la fascinación de lo provisional”, así hablaba el Papa ayer lunes en la homilía de la Misa celebrada por la mañana en la Casa de Santa Marta, donde vive. En la Misa, concelebrada por el cardenal francés Philippe Barbarin, arzobispo de Lyon, tomó parte un grupo de empleados vaticanos.
Existe además, agregó, “otra riqueza en nuestra cultura”, una riqueza que nos “impide acercarnos a Jesús: es la fascinación de lo provisional”. Nosotros, observó el Papa, estamos “enamorados de lo provisional”. Las “propuestas definitivas” que nos hace Jesús, puntualizó, “no nos gustan”. En cambio nos gusta lo pasajero, porque “tenemos miedo del tiempo de Dios” que es definitivo.
“Él es el Señor del tiempo, nosotros somos los señores del momento. ¿Por qué? Porque en ese instante somos los que mandan: hasta aquí sigo al Señor, después se verá… Una vez supe de uno que quería ser sacerdote, pero sólo por diez años, no más… Cuántas parejas, cuántas parejas se casan, sin decirlo, pero pensándolo con el corazón: ‘hasta que dure el amor y después se verá…’. La fascinación de lo provisional: ésta es una riqueza. Debemos convertirnos en dueños del tiempo, hacemos breve el tiempo reduciéndolo al momento. Estas dos riquezas son aquellas que en este momento nos impiden ir hacia adelante. Pienso en tantos, tantos hombres y mujeres que han dejado la propia tierra para ir como misioneros por toda la vida: ¡aquello es lo definitivo!”.
Pero también, aseguró, pienso en tantos hombres y mujeres que “han dejado la propia casa para hacer un matrimonio por toda la vida; ¡aquello es seguir a Jesús de cerca! ¡Es lo definitivo!”.
“Ante la invitación de Jesús, ante estas dos riquezas culturales pensamos en los discípulos: estaban desconcertados. También nosotros podemos estar desconcertados por estas palabras de Jesús. Cuando Jesús explicaba alguna cosa estaban aún más desconcertados. Pidamos al Señor que nos dé el valor de ir adelante, despojándonos de esta cultura del bienestar, con la esperanza – al final del camino, donde Él nos espera - en el tiempo. No con la pequeña esperanza del momento que no sirve más”.
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