“Que nuestra caridad atraviese los mares…” Sta. Emilia
A petición de Julio Falagán, delegado de misiones, acudí a Astorga para compartir mi experiencia misionera con los feligreses de dos parroquias de la ciudad. |
La
iglesia no tiene fronteras, el 6 de octubre de 1957 la Congregación de la
Sagrada Familia se hace presente en Bolivia; cuatro hermanas mezclan sus ideas
con un pueblo acogedor sencillo y solidario. Yo, Benjamina Fraile y en religión Josefa Maria, me uní a ellas en la cuarta
expedición. Mi destino: San Matías, muy cerca de la frontera con Brasil.
Tenia
20 años y poca experiencia pero sí ilusión, disponibilidad y juventud. La verdad, una no sabe en el lío en que se mete,
pero no me arrepiento de haber emprendido esa aventura; "deja todo y sígueme" le
dijo Cristo al joven rico, y a Pedro: "quien deja todo por Mí recibirá el ciento por uno en esta vida y después la vida eterna." (Mc 10:29-30)
Al
estar allí y ver las necesidades volví a España a estudiar medicina y
obstetricia para poder mejorar la salud y bajar el nivel de mortandad infantil. Para colaborar en la educación y aprender y profundizar los valores cristianos,
sociales y culturales. Para, como se dice vulgarmente, meterse en el pellejo del otro,
con sus problemas y dificultades en todos los sentidos; en fin, darse y
recibir. Colaborar en hogares, colegios,
puestos de salud. Tan pronto hay
que enseñar a rezar como curar y compartir.
La
historia de tantos momentos vividos y la alegría de compartir la vida no se
puede expresar con palabras.
Ahora, desde el 15 de febrero, estoy en Argentina, donde sigo compartiendo en un hospital de niños en San Salvador de Jujuy con otra
gente, con otra cultura, pero con la sencillez entrega y solidaridad del pueblo
argentino, donde tampoco una se siente extraña sino una más en medio del pueblo
y la mirada limpia de los niños.
Ahora
estoy de vacaciones para cargar las pilas y seguir trabajando para el Reino de
Dios aquí abajo, para eso no hay jubilación. Pero la Iglesia necesita gente
joven que nos vaya remplazando cuando las fuerzas nos falten.
Hna.
Josefa Fraile
Conocí
a las hermanas de la Sagrada Familia de
Villefrance en mi niñez. Estudie en el colegio
que llevan con tanto afán para un mayor aprendizaje. Vi cómo arriesgaban sus vidas yendo a evangelizar a lugares
muy lejos de la zona. Su Centro Sanitario para enfermos de escasos recursos, donde no había a veces instrumentos quirúrgicos y solo estaba la
mano de Dios. El Centro de Día para
mayores, al cual dedican toda su paciencia y amor. El Hogar "Santa Emilia" de niños y niñas abandonados y huérfanos, donde encuentran el
calor de una familia con la delicadeza de su cuidado y cariño.
Después de la misa compartimos la mesa con unos amigos. |
Las hermanas compartieron
nuestras costumbres y tradiciones; el acercamiento a la gente hizo que sus
vidas formaran parte de nuestras vidas, su presencia fue y sigue siendo una
bendición para un pueblo al que vieron crecer de la nada. Nos enseñaron a amar a
Cristo pobre, que da sin esperar recompensa, a nuestra Madre la Virgen María, protectora de nuestra vida. Sus vidas
transmitían la vida de un Cristo caminante, de un Cristo misionero de paz,
amor, unión, felicidad, perdón, reconciliación.
Tenemos
una enorme admiración, gratitud, respeto y amor por todo lo que hemos recibido de sus vidas; una vida de un Cristo
Misionero.
Miriam V. Frías
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